Familias exitosas
Nora Leticia Albores de Sánchez – Psicóloga Clínica y Terapeuta Familiar.
El llamado “éxito” en estos tiempos de postmodernidad, es entendido, sobre todo por nuestros jóvenes, como la “fama y la fortuna”. Como la posesión de bienes y la posibilidad de tener una estatus social de reconocimiento muchas veces infundado. Sin embargo, algunos estudiosos de la familia, como Robert Beavers y sus colaboradores, se han dado a la tarea de indagar qué ocurre en aquellas familias, que, más que fama y fortuna, presentan un buen nivel de funcionamiento, es decir, que se muestran sanas y felices. Familias cuyos miembros parecen competentes, reconocidos y confiados. En ellas, se permite una expresión clara y directa de sentimientos, actitudes y opiniones. Los padres en estas familias son líderes claros, se apoyan mutuamente, se quieren y constituyen modelos apropiados de respeto e intimidad. Las Familias Exitosas, continúa Beavers, son aquellas que presentan niveles altos de capacidad negociadora, claridad de expresión y respeto a la ambivalencia individual.
Sabemos que no hay recetas en materia de familia y paternidad, pues cada cabeza es un mundo y cada familia es un universo. Un universo con dinámicas muy particulares, permeadas por nuestra historia, nuestra cultura, nuestra biología y nuestra unicidad; sin embargo, la ciencia hoy nos permite conocer cuáles son las prácticas más sanas, las que nos conducen a tener una vida familiar con mayor plenitud; partiendo de la ley natural, inscrita en el corazón de cada persona.
A continuación, enumero algunos de los factores antes citados y propios de las Familias Exitosas.
INVOLUCRAMIENTO AFECTIVO
Esta área nos explica la importancia del intercambio afectivo dentro del núcleo familiar. En mi práctica clínica, cuando pregunto a papás y mamás, qué tan cercanos están de sus hijos, si los abrazan o si les dicen que los aman; las respuestas van desde: “no me gusta”, “me hace sentir incómodo”, “mis padres no fueron cariñosos conmigo”; o “les demuestro que los amo al tener su comida lista” o “trabajo mucho y con eso les manifiesto mi cariño”.
El ser humano por naturaleza necesita el contacto físico. En las primeras etapas de vida, el niño puede incluso morir si no es cargado y abrazado.
Pero entonces, ¿por qué para algunas personas resulta tan difícil el contacto físico? Comúnmente, el bebé que no ha tenido un vínculo sólido y apegado a sus necesidades durante sus primeros años de vida, o aquellas personas que han sufrido abandono por diversas razones, presentan dificultades en el momento de tener que brindar cercanía y contacto; ya sea a la pareja o a los hijos.
Como muchos aspectos de nuestra vida, el involucramiento afectivo puede caer en extremos: desde la ausencia del mismo, hasta el sobreinvolucramiento. En el primero, la familia convive en el mismo espacio, pero los integrantes no muestran el mínimo interés en la realidad del otro, llámese cónyuge, hijos, padres, etc. En el ambiente flota el vacío y la ausencia; por lo tanto, los miembros del sistema familiar experimentan gran soledad. Lo anterior, conduce con mucha frecuencia al rompimiento del sistema familiar, pues es sumamente desgastante estar con alguien, que en realidad no está.
Al contrario, cuando predomina el sobreinvolucramiento afectivo, pareciera que las fronteras normales entre una persona y otra, no existen. No hay un respeto por el espacio del otro, se le invade, no se le deja respirar. Pensemos, por ejemplo, cuando un pequeño en su primera infancia, hace esfuerzos por hacer cosas solo, como ir al baño o subir una escalera; y una madre sobreinvolucrada no se lo permite; tal vez con buena intención, pero sin darse cuenta que no está respetando los límites que aún a su edad, el niño necesita. O cuando alguno de los miembros habla por los demás, sin darles oportunidad de hacerlo, como si “les leyera la mente”. El siguiente y menos sano escalón, es la simbiosis, presente en familias con enorme dificultad para brindar espacios individuales a sus miembros, en donde pareciera que sus integrantes se fusionan y no podemos distinguir entre uno y otro. Está por demás hablar del gran sufrimiento que se genera en este tipo de familias.
Justo en el punto medio de la escala, encontramos la Empatía, en la cual, los miembros se muestran interesados en la realidad de los demás, pero sin invadirlos. Su interés es auténtico y no narcisista. Hay un contacto físico adecuado a la etapa de desarrollo de los miembros y basado en las necesidades y personalidad de cada quien. Además, es permitida la expresión de emociones y sentimientos, tanto de bienestar (afecto, ternura, amor, consuelo, felicidad) como de crisis (coraje, miedo, tristeza). Recordemos que no hay emociones buenas o malas, las emociones simplemente son. Lo que puede resultar negativo es la manera en que las expresamos, ya que a veces podemos lastimar seriamente a los demás o a nosotros mismos. Cuando permitimos a nuestros hijos que manifiesten llanto o enojo, -aunque sus razones para llorar o enojarse no sean tan válidas para nuestra mente adulta- y somos capaces de contenerlos y acompañarlos en dicha emoción, lo más seguro es que esta pase y el chico vuelva a recuperar la paz.
SOLUCIÓN DE PROBLEMAS
Los problemas se pueden dividir en instrumentales y afectivos. Los primeros se refieren a las cosas que podemos observar, a lo tangible; como el dinero, el orden y la limpieza en casa, la comida, el transporte, etc. Y como su nombre lo dice, en los problemas afectivos se pone en juego el manejo emocional. Sin embargo, en lo cotidiano, es casi imposible que los problemas sean sólo afectivos o sólo instrumentales, más bien, traen una carga que hace alusión a ambos elementos.
La propuesta para las familias exitosas, es la siguiente: Identificación del problema, Comunicación, Elección e implementación de alternativas de acción y finalmente, Seguimiento. Por cultura, como mexicanos, más que a la planeación y estructura, estamos acostumbrados a la improvisación, lo cual no está mal; pero esto nos puede alejar de nuestra capacidad para prevenir situaciones de conflicto. En este apartado, además de explicitar lo que resulta funcional, me gustaría invitar al lector a que analice algún problema en su ámbito familiar, ocurrido durante el último año y que ya haya sido resuelto. ¿Quién estuvo involucrado?, ¿se habló abiertamente del problema?, ¿qué reacciones emocionales predominaron? ¿se permitió la expresión de dichas emociones?, ¿la forma de resolverlo fue pensando en todo el sistema familiar?, ¿alguien se sintió solo o poco apoyado? ¿existió un seguimiento a la solución elegida?…. Todas estas preguntas nos permitirán revisar cómo estamos actuando ante cualquier crisis y nos dará una idea si la hemos vivido como una oportunidad de crecer juntos o no.
CONTROL DE CONDUCTA
Este aspecto se vincula en gran medida con los tipos de autoridad que ejercen los padres y los podemos dividir de la siguiente forma:
- Rígido: los patrones o normas son estrechos y específicos y existe poca negociación o variación de las situaciones.
- Flexible: los patrones de control son razonables y existen la negociación y el cambio, dependiendo del contexto, se considera que este estilo es el más efectivo.
- Laissez-faire(dejar hacer): en este tipo existe total lasitud en los patrones de control, a pesar del contexto.
- Caótico: en este patrón se presenta un funcionamiento impredecible y los miembros de la familia no saben qué normas aplicar en ningún momento, no consideran la negociación ni hasta dónde llegar, este tipo es el menos efectivo.
Como podemos observar, al igual que el Involucramiento Afectivo, el control de conducta tiene extremos generadores de dinámicas que convierten al seno familiar, en un espacio en donde sus miembros no desean permanecer, pues la estructura es demasiado rígida o definitivamente se carece de ella. Cuando hay exceso de rigidez, el sistema tiende a quebrarse. Recordemos que una de las características de toda familia funcional es la flexibilidad, característica que nos permite adaptarnos a las diferentes etapas por la que atraviesan sus miembros. Si la imposición es el factor común y la negociación brilla por su ausencia, los miembros se sienten atados, y como en un efecto de péndulo, tienden a volverse rebeldes e incluso, disruptivos.
De forma opuesta, cuando en casa hay ausencia de reglas y estructura, quienes viven en ella experimentan una sensación de abandono, de escaso interés, pues no hay “paredes” que les sostengan y les digan hasta dónde es sano y adecuado llegar.
Lo ideal, como se menciona anteriormente, es propiciar una dinámica flexible, que permita el diálogo y la negociación, que tome en cuenta el contexto, la personalidad de los miembros y por lo tanto y sobre todo, permita el CAMBIO, factor clave en la vida de todo sistema vivo, como lo es la FAMILIA.
COMUNICACIÓN
“Te lo digo Juan para que lo entiendas Pedro”: la comunicación indirecta y confusa es un elemento que produce importantes conflictos en la vida familiar, pero desafortunadamente, es de las más comunes en nuestra actualidad. Muchas veces tomamos atajos o evadimos conversaciones que a nuestro juicio van a lastimar a quien vive a nuestro lado, o van a generar un conflicto mayor, sin darnos cuenta que esas conversaciones pendientes, generan enormes bolas de nieve que inevitablemente, un día nos van a aplastar.
Los modelos que hemos tenido a lo largo de nuestra vida, tal vez han hecho que nuestros diálogos estén cargados de juicios e inferencias. Comúnmente, partiendo de los hechos que observamos, seleccionamos –inconscientemente- aquello que resulta de nuestro interés y sacamos conclusiones, las cuales muchas veces no corroboramos con nuestro interlocutor y simplemente las afirmamos o las manifestamos como ley. Qué importante es mantener una comunicación clara y directa, dicha en el momento pertinente y considerando los sentimientos de la persona con quien estoy compartiendo una conversación. La familia, es el espacio perfecto para enseñar a dialogar no sólo de lo que pasó en el día, sino de lo que habita realmente en nuestro corazón, a conversar íntimamente, y por lo tanto, a construir lazos tan fuertes y profundos que las crisis propias de nuestra época, no puedan derribar.
Finalmente, podemos concluir, que aunque no existe familia perfecta, hoy en día podemos identificar aquellos elementos que nos acercan a establecer dinámicas familiares funcionales. Sólo falta que echemos una mirada hacia el interior de nuestro universo familiar, y con gran honestidad y apertura, reconozcamos aquellos ámbitos en los que nos falta trabajar. Para que posteriormente, digamos sí al cambio. Muchas personas me han dicho, yo sí estoy dispuesto al cambio, es él (o ella) quien no quiere hacerlo. Recordemos que si cambiamos nosotros, como efecto dominó, cambia el que está a mi lado y finalmente cambia mi entorno, cambia mi sistema. Digamos sí al cambio.
“Alcanzar lo imposible ha sido siempre el destino de quienes se arriesgan a lo verdadero”